martes, 26 de julio de 2011

LIDERAZGO MASÓNICO

La Masonería, como escuela iniciática y estudiosa de la filosofía moral, es capaz de generar un conjunto armónico de seres humanos que, asumiendo su misión sobre la tierra, llevan por todas partes la idea del progreso, vierten la semilla de la libertad en el seno de las sociedades oprimidas por cualquier tipo de tiranía, y rompen las lamentables cadenas de la esclavitud moral. En consecuencia ha transmitido sus enseñanzas a la sociedad en general, teniendo históricamente una gran influencia en los destinos del mundo.

El continuo golpear de sus malletes produjo el fuego que destruyó las vetustas preocupaciones sostenidas por el fanatismo y la ignorancia, además de romper los lazos que sujetan al hombre a la humillación y a la represión, despertando así la conciencia dormida de los pueblos al grito de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Todo ello derivó en la transformación de las viejas sociedades en naciones cultas y progresistas, las cuales han plasmado en sus constituciones o códigos políticos, los derechos del hombre y del ciudadano. Merced a una labor diligente en el seno de sus talleres, ha logrado un ser humano responsable, con gran capacidad de discernimiento y por ende, un pensamiento sin ataduras dogmáticas. En concreto, a pesar de todas las discrepancias sociales, ha asentado como sello de garantía la Tolerancia y la Concordia de hombres que no se someten a una voluntad sino que generan la Voluntad, organizando una sociedad que aspira a conservar, transmitir y desarrollar las mejores cualidades del hombre, elevando su espiritualidad y desarrollando su carácter para hacer germinar la virtud en todas las esferas de la sociedad.

Hay esclavos en el mundo, hay privilegios, hay distinciones de razas, de clases, de naciones, hay odios y guerras permanentes, hay ignorantes que buscan la ciencia y no pueden adquirirla; hay miserias, desgracias irremediables, hay barbarie que es necesario civilizar. Por ello la masonería es imprescindible, ya que sin ésta no se vería claramente la enorme distancia que nos separa de los ideales y de la verdad, ademas que sólo podríamos observar instituciones imperfectas, leyes vejatorias que aún subsistirían y seguirían prevaleciendo como institucionales, dogmas de las organizaciones religiosas que sólo fluctúan en el océano de las disputas y de los intereses ―obviamente alejadas de la trascendencia y transmutación del espíritu―, sumergidas en lo material y en lo vacío de su discurso, para troquelar en el pensamiento del hombre la pobreza mental para someterlo… De ahí la afirmación que la masonería es imprescindible.

Puesto que la augusta institución masónica como escuela iniciática busca el perfeccionamiento espiritual, la educación científica y artística, y la búsqueda de la verdad, no acepta doctrina alguna como definitiva, exclusiva ni propia. Al ser una escuela iniciática es perfecta, no obstante que esté formada por hombres, que por sus mismas índoles no lo sean. Sin embargo sus conceptos los trascienden, pues por medio de su simbolismo moral y espiritual, los alienta a la perfección.

Porque como masones aprendemos a cultivar la fraternidad y a practicar la moral, así como a interpretar los Símbolos y  Alegorías masónicas ―con el conocimiento de sus leyes y costumbres de la orden― ello estimula la filantropía, la constancia y la prudencia. Al sembrar la duda filosófica como instrumento de estudio, buscamos dominar los conceptos del bien, del mal, de la virtud, del vicio y de la libertad, luchando contra la esclavitud en que vive el hombre desde su nacimiento. Por consiguiente, debemos despertar el sentimiento de la autoestima para luchar por la liberación de los prejuicios, sin ningún sentimiento de culpa prohíban las religiones. 

Porque estudiamos las ciencias naturales e investigamos el origen y las causas de todas las cosas, interpretamos los símbolos y entendemos todos los grandes servicios que puede prestar la Francmasonería al género humano ―contribuyendo de manera eficaz a su bienestar por medio del trabajo, de la ciencia y de la virtud―, establecemos en nuestro ser los deberes con el G.·.A.·.D.·.U: Gran Arquitecto del Universo, con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Conocemos nuestras facultades creadoras vitales y culturales así como la manera de utilizarlas, desarrollarlas y perfeccionarlas física e intelectualmente.

Porque en la orden conocemos de las miserias humanas, estudiamos las causas que las producen y los medios para corregirlas, comprendiendo que debemos ser absolutamente empáticos, valerosos y magnánimos. Entendemos la necesidad de combatir el vicio con todas las energías que disponemos, de destruir la ignorancia por medio de la educación, de arrancar la máscara con que se cubre la hipocresía, para acercarnos al ideal de la justicia y de la igualdad. Debemos demostrar que ante los fenómenos de la vida y de la muerte, lo que constituye al hombre es la Razón e Inteligencia, y que si se aspira a la inmortalidad del alma, debemos preferir la muerte honrosa antes que sucumbir sin vergüenza alguna a la ignorancia, a la hipocresía y a la ambición.

Como hombres libres y de buenas costumbres tenemos la responsabilidad de construir el templo en cuyo altar las naciones vendrán un día con los trofeos de todo despotismo vencido ―combatiendo al dogmatismo, al vicio, a la desgracia, al dolor físico y moral, a las tinieblas de la inteligencia―, presentándole al G.·. A.·. D.·. U.·. el más bello de los espectáculos: la libertad fraternizada, la libertad pidiendo al Creador otra Tierra u otro Cielo para continuar sus victorias de luz, de fuerza, de amor, hasta la consumación de una humanidad libre, plena y soberana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario